jueves, 27 de diciembre de 2012

He recibido un regalo...

Un buen amigo me ha enviado hoy este poema de Agustín garcía Calvo, que parece pensado para alumbrar las situaciones que unos y otros estamos viviendo. Gracias, Javier.


Enorgullécete de tu fracaso,
que sugiere lo limpio de la empresa:
luz que medra en la noche, más espesa
hace la sombra, y más durable acaso.
No quiso Dios que dieras ese paso,
y ya del solo intento bien le pesa;
que tropezaras y cayeras, esa
es justicia de Dios: no le hagas caso.
¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego,
me nombras y me amas: yo me niego,
y en ese espejo no me reconozco.
Yo soy el acto de romper la esencia:
yo soy el que no soy. Yo no conozco
más modo de virtud que la impotencia.
……………………..
Pero no cejes; porque no se sabe
cuándo  pierde el amor, dónde la tierra
volteando camina, ni qué encierra
mensaje del que nadie tiene clave.
Pues el Libro Mayor (y eso es lo grave)
del Debe y el Haber nunca se cierra,
y acaso acierte el que con tino yerra;
ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe.
Si te dicen que Dios es infinito,
di que entonces no es; y si finito,
que lo demuestre pués y que concluya.
Pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza
no se pueda bailar. Tu muerte es tuya.
Tu no saber es toda tu esperanza.

Agustín García Calvo

Madrid, 27-12-2012

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Palabras para Julia

No sé si habrá sido por la fecha, porque me encuentro en situación de cambio, o por simple casualidad, pero esta mañana me vino a la cabeza la canción de Paco Ibáñez, "Palabras para Julia", sobre el poema de Goytisolo, que también y tan bien ha cantado Rosa León (y otros, mucho peor). Me propuse buscar una versión en Youtube y "bloguearla". Aunque no he encontrado ninguna notable, que tenga a la vez buena imagen y buena música, os ofrezco ésta, como recuerdo y como idea de ánimo, de seguir adelante cuando nos rodea la incertidumbre sobre nuestro futuro.Vuestra memoria auditiva y visual compensarán las deficiencias.
http://www.youtube.com/watch?v=zxk3Q_7uunY

Curiosamente, también he encontrado el poema recitado por el propio Goytisolo, cuya letra es aún mejor que la que versionó el cantautor.
http://www.youtube.com/watch?v=9LXugbHRvUg

Y por último, un programa de TVE dedicado íntegramente a la canción ¡increíble!
http://www.rtve.es/television/20111017/palabras-para-julia-ja-goytisolo-mitad-invisible/468957.shtml

domingo, 21 de octubre de 2012

Babel botánico



¿Qué pensarán, qué sentirán las plantas y árboles que viven en el Jardín Botánico? Habitan un babel que no han elegido, obligadas a convivir con desconocidos con los que muchas veces no tienen nada que ver. Ni clima, ni suelo, ni cielo. Cuando la raíz de la ceiba roce la del cedro del Líbano, cuando las ramas de un arce americano toquen las de un árbol de la estepa rusa, ¿discutirán? ¿Entenderá el cactus mexicano las caricias del maple japonés, cuando parezca que el viento lo agita? ¿Podrán decirse algo el liquidámbar americano y su familiar el asiático, o ni siquiera se reconocerán como parientes cercanos? Creo, a veces, que deben de sentirse como los inquilinos de una cárcel apocalíptica, en la que convivan obligadamente reclusos de cien naciones. Y todo, para el solaz y disfrute de unos pocos que atraviesan la puerta del Jardín, o de algunos más que pensamos en ellos cuando bordeamos, apresuradamente, las verjas que lo circundan.

Madrid, octubre, 2012

jueves, 5 de julio de 2012

Teatro (para no ir)

Usted tiene ojos de mujer... fatal. Fatal la actuación, fatal, las sillas, fatal los precios de la carta. Se salva el trabajo de dos de los actores. El resto, sobreactuados (y mal). Si no tenéis nada que hacer, no vayáis a hacerlo a la sala Galileo, al menos en esta representación. Es una pena, pues el texto es muy divertido. Algunas compañías deberían aprender que si algo funciona es mejor no tocarlo...

miércoles, 6 de junio de 2012

Se oye el suave rodar de un coche.
Silencio.
Una  corriente de aire fresco mueve las cortinas.
Silencio.
Un mirlo canta largamente.
Silencio.
A las 6 de la mañana, en Madrid puedes tener la breve ilusión de estar en medio del campo.
Silencio.
Después vendrá el ruido, la locura.
Y todo vuelve a empezar.

sábado, 21 de abril de 2012

Colores


Es vieja como el mundo. Suele estar, más que sentada, tirada en el suelo, ocupando un espacio que obliga a los viandantes a bordearla para no pisar sus pies descalzos. Pide limosna llevándose una mano a la boca repetidamente, indicando su necesidad perentoria de comer, mientras agita un vaso con la otra mano para que los veloces caminantes le echen en él alguna moneda. Otras veces parece estar dormida, tumbada en el suelo junto a su vaso de plástico. Viéndola día a día, se puede llegar fácilmente a la conclusión de que forma parte del entramado de “indigentes profesionales” que están volviendo a verse por nuestras calles. Lleva puestas unas zapatillas de color morado que, casualidad o no, hacen juego perfectamente con una cazadora de entretiempo que no encaja con el frío clima imperante.
La realidad es cruel en los pequeños detalles.

Madrid, 21-4-12 (¡capicúa!)

Una sola vez


Pañuelos de papel.
Cámaras de fotos de un solo uso.
Lentillas de usar y tirar.
Vidrio no retornable.
Envases de plástico.
Vajilla desechable,
pañales desechables,
jeringuillas desechables,
ropa desechable.
Amistades de un rato, relaciones de una noche.
Sin embargo, también cada segundo
lo utilizamos una sola vez,
y nuestra vida no tiene segunda vuelta.

Madrid, 21-4-12

martes, 6 de marzo de 2012

El suicida

- Pero hombre de Dios, ¿cómo se le ocurre tirarse desde el viaducto? ¿No conoce usted la ordenanza sobre prevención del suicidio? Ande, levántese del suelo y acompáñeme a la comisaría...

Max no entendía nada. Estaba en el suelo, en la calzada, bajo el viaducto madrileño. Le dolía el cuerpo, sobre todo la cabeza, pero parecía que seguía estando vivo. Y eso no era lo previsto. Empezó a recordar los pasos anteriores. Hacía rato que había anochecido, casi no había gente por la calle. Con cierto esfuerzo había superado la valla de cristal anti-suicidas del viaducto y, sin dudar, había saltado. Sin embargo, allí estaba; boca abajo, en una postura algo ridícula, sobre la calzada. Un policía, en cuclillas junto a él, le estaba hablando.

El agente le ayudó a levantarse, le acompañó al coche policial y le abrió la puerta trasera, para que entrara. Dentro, otro policía preguntó:

- ¿Qué hay, Carlos?
- Nada, ya ves, otro que todavía no se ha enterado, y ha saltado desde arriba

El coche se puso en marcha en dirección a la comisaría. Max, confuso y dolorido, se dirigió al policía que le había acompañado:

- Por favor, ¿me podría decir qué ha pasado?
- Pero señor, ¡qué pregunta! Ha pasado que usted se ha intentado suicidar...
- Si creo que eso es lo único que sé. Pero, ¿qué ha pasado? ¿Estoy vivo o esto es una especie de sueño que sucede después de la muerte?
- No, señor. Está usted vivo, y ahora tenemos que llevarle a comisaría. Allí haremos unas formalidades, le indicaremos cuál es su sanción, y se podrá marchar a su casa...
- Perdone, no entiendo nada. ¿Me dice usted que me he caído desde 23 metros y no me he roto ni un hueso? ¿Y que me van a sancionar? Esto es absurdo, realmente si que debo estar muerto...
- Diga usted que debería estar muerto, más bien. Pero la ordenanza 27/2020, que se publicó el año pasado, lo ha impedido, en su caso como en el de los 18 que llevamos este año en este mismo sitio.
- Y ¿qué dice esa ordenanza?

El agente, vuelto hacia atrás, empezó a mover las manos arriba y abajo a la vez que hablaba, para intentar explicar algo que posiblemente se había aprendido, pero que él mismo no había entendido

- La ordenanza tiene dos partes. En la primera se explica que, ante el incremento de suicidios a pesar de las mamparas de cristal y otros impedimentos, el consistorio decidió tomar nuevas medidas el año pasado. Así, ha aplicado una nueva tecnología que detecta cuerpos en caída y pone en marcha un mecanismo electromagnético, el cual genera un campo de fuerza contragravitatoria, de manera que a su velocidad de caída se contrapone otra en la misma proporción…. Entonces, el cuerpo se ve frenado, y cae en el suelo sin más daño que un ligero dolor de cabeza, como el que estará sintiendo usted ahora, y que es consecuencia de las ondas electromagnéticas. ¿Le duele a usted la cabeza, señor?
- Sí, y más que ligeramente. Es como si hubiera estado bebiendo toda la noche...
- Eso tendremos que reflejarlo en nuestro informe, pues se está trabajando sobre la intensidad del campo, y se deberá corregir.
- ¿Y la segunda parte? Decía usted que la ordenanza tenía dos partes...
- Así es, caballero. La segunda parte quizá le duela más, cuando se le pase el dolor de cabeza. Con fin disuasorio -y porque hay que financiar el mecanismo- a cada persona que intenta suicidarse se le aplica una sanción de entre 200 y 2000 euros...
- Vaya, ¿la sanción no es igual para todos?
- No, por supuesto. Está en función de si el intento se produce en laborable o festivo, por el día o por la noche, si es justificado o no...

Max se sintió de repente bastante irritado. Le parecía todo un sinsentido.

- ¡Pero esto es de locos! ¿Intentan regular el suicidio? ¿Qué tiene que ver que sea lunes o que hayan dado las 11 de la noche? ¿Cómo saben ustedes si es justificado?

El policía trató de calmarle, y empezó a hablarle de horarios, mantenimientos, causas de suicidio analizadas por una universidad noruega... hasta que la conversación se vio interrumpida por la llegada a la comisaría.

En la sala de espera de la comisaría le tocó aguardar un buen rato. Mientras le llegaba su turno, empezó a curiosear los papeles que había en los paneles de una de las paredes. Entre ellos, encontró la ordenanza de la que le había hablado el policía, y se puso a leerla:

Art. 2. Causas de suicidio y sus sanciones correspondientes. Agravantes, atenuantes y eximentes.
Art. 2.1. Dado que todas las circunstancias que concurren en un suicidio, así como las circunstancias de los propios suicidas, son o pueden ser diferentes, corresponde establecer una gradación adecuada a las citadas causas, lo que se tendrá en consideración para la aplicación de la sanción correspondiente. Los motivos de intento de suicidio, y sus sanciones correspondientes, quedan reflejados en el anexo I de esta Ordenanza.
Art. 2.2. Agravantes, atenuantes y eximentes. En términos generales, tendrá la consideración de agravante la reiteración en la conducta suicida. También se considerará agravante el comportamiento suicida motivado por problemas derivados de una vida desordenada: juegos de azar, consumo de alcohol u otras sustancias prohibidas, y aquellas que considerare la autoridad competente en el ejercicio de sus funciones.
Tendrá la consideración de atenuante la conducta suicida motivada por enfermedades físicas o mentales, fehacientemente documentadas.
Por último, quedarán exentos de acción sancionadora los intentos de suicidio llevados a cabo por personas sin recursos económicos, independientemente de las causas. Esta situación deberá ser documentada por los interesados en el plazo de 10 días.

Anexo I. Tipificación de conductas y sanciones correspondientes.
Se establecen tres categorías, en función de la motivación aparente, que habrá de ser justificada de la mejor forma posible en un plazo máximo de 10 días después de producirse el hecho sancionable...


La voz de un funcionario interrumpió su lectura.

- ¿Don Máximo Fernández Estrella? Pase, por favor, se le va a tomar declaración

Dos horas después, Max salía de la comisaría, con menos dolor de cabeza y menos euros en la cuenta corriente. Decidió marcharse a dormir a su casa, ya pensaría en sus problemas al día siguiente.

¿Cómo había llegado a esta situación? En su casa, después de unas horas de poco descanso, sentado delante de una taza de café recalentado, intentaba hacer memoria de sí mismo, aunque no le resultaba fácil ni agradable. Había acabado perdiendo trabajo y pareja a la vez. Su mujer, ya ex-mujer, había entrado en una dinámica de reproches y exigencias, lo cual le había hecho bajar su rendimiento en el trabajo, por lo que sus ingresos habían descendido, lo que provocaba mayores reproches por parte de su mujer, que dieron lugar a... un círculo vicioso para el que no había encontrado otra alternativa de vida (¿desde cuándo suicidarse era una alternativa de vida?). Cierto que no era todo tan simple, la culpa no era atribuible a su mujer ni a su situación en el trabajo; él no había hecho nada por mejorar estas situaciones (y seguía sin la menor intención de hacerlo), se había dejado llevar.

Sin dejar de dar vueltas a su negra situación, de forma mecánica, había salido a la calle a caminar, sin rumbo fijo, y cuando miró a su alrededor vio que estaba en Puerta de Toledo, en el andén del metro. El luminoso indicaba que faltaba un minuto para la llegada del tren.

El convoy entró en la estación. Max miró al conductor, vio su cara; le llamó la atención que fuera una mujer; sin pensarlo, sin saber porqué, se dejó caer en las vías...
Oscuridad.
Silencio.
Dolor. ¿Dolor? Si estaba muerto, si el tren le había atropellado, ¿cómo podía sentir dolor? Una punzada en el costado le dificultaba la respiración.

Abrió los ojos. Estaba tumbado en el suelo, una mujer le miraba y le zarandeaba ligeramente. Era la conductora del tren.

- ¿Estoy vivo? ¿No me ha arrollado el metro?
- Si, siento decirte que estás vivo. Por suerte para mí -y espero que para ti- tu mirada me dijo lo que ibas a hacer, y activé el sistema de emergencia exterior. La bolsa de aire se abrió, como los airbag que llevaban los coches antiguamente, absorbió el impacto, haciendo que rebotaras. Saliste despedido, golpeándote en la caída, pero seguramente estás ileso. Anda, levántate, te acompañaré a la casa de socorro; me has regalado un recorte en la jornada laboral.

Un brillo en los ojos de la mujer y una sonrisa especial le dijeron que la vida todavía podía tener algo para él. Se levantó y, obedientemente, siguió a la conductora.

Madrid, 10/5/10.

lunes, 13 de febrero de 2012

En la biblioteca

Cuando le vi entrar en el hall de la biblioteca me llamó la atención, con sus gafas y su abrigo de paño oscuro. A otro vigilante ese tipo le podría haber pasado desapercibido, pero yo ya tengo experiencia de sobra en esta clase de personajes. Sus ropas eran normales, tenía el pelo arreglado, estaba afeitado, pero no, a mí no me la pegaba. Ya lleva uno muchos años en la profesión. Se paseó por los pasillos de la biblioteca mirando las estanterías, y aparentando una falsa normalidad. En la sección de narrativa cogió un libro de Isabel Allende, lo que casi me hace desistir, renunciando a mi olfato. Pero en el mostrador preguntó si había entrado algo nuevo de Moccia, y en el ordenador hizo una búsqueda sobre Rothfuss y sobre Pancol. Quizá lo hizo para disimular, pero ante mis ojos consiguió solamente delatarse con más claridad. Además, de vez en cuando volvía la cabeza hacia atrás, lo que aumentó mis sospechas, me hizo retomar mi idea inicial y estar aún más atento. Continué siguiéndolo discretamente, como pocos vigilantes sabemos hacerlo. Poco a poco, su deambular aparentemente errático le llevó a donde yo me imaginaba, a donde yo ya le esperaba. Con cierto nerviosismo, entró en la sección de poesía. No esperé más. Inmediatamente bloqueé las salidas y avisé al grupo especial de policía. A mí no se me escapa ni uno.

Madrid, febrero de 2.012

viernes, 3 de febrero de 2012

Cuando te das cuenta de que se te ha parado el reloj te entra una sensación extraña, como si de repente fueras consciente de que has perdido algo irreparable ¿Qué ha pasado con ese tiempo que creías tener? Te parece que te lo hubieran robado.

domingo, 22 de enero de 2012

Escribir

Escribir.

Escribir en un papel.
Escribir en el ordenador.
Enfrentarse a la hoja en blanco, a la pantalla en blanco, al trozo de papel arrancado cuando vino la idea.

¡Qué fácil parece! Total, es ponerse (inspiración, transpiración, Cela, el método, la porra... ) Pero intenta hacerlo y verás. Esa idea luminosa que se te apareció cuando estabas paseando el carrito del niño, sin una hoja que llevarte al bolígrafo. Esa pequeña ráfaga que se te acercó en silencio, a las dos y cuarto de la noche, cuando no te podías dormir, pero no estabas lo suficientemente despierto como para levantarte y sujetarla. Esa imagen que te evocó la señora que sale del metro (colombiana, dominicana,... todas llevan el mismo tesón y el mismo sufrimiento marcados en la cara), cargada con el niño, y te lleva a ... ¿A dónde te llevaba? Vuelves al metro al día siguiente, buscas la idea, pero no está allí, quizá alguien la ha encontrado y se la ha llevado, tu idea, que se te había ocurrido a ti, es que ya nadie respeta nada, ni una idea volando por los andenes o arrinconada, quietecita, en algún lugar. Seguro que te la han quitado, quizá haya sido ese tipo que te mira cada día, debes fijarte si tiene ojos de envidia, o si esta vez se rie al verte. Como haya sido él, te va a oir. Te acercarás a él, le mirarás a la cara y... ¿qué estás diciendo? ¿Cómo vas a pedir una idea perdida? Te tomarán por loco, tendrás que cambiarte de vagón, seguir buscando, seguir pensando...
¡Ya lo tengo! ¡El método de la libreta! Eufórico por tu descubrimiento (como si fueras el primero, ja...), esa misma tarde bajas al “todo a 100” de la calle de al lado, compras una libreta y te la guardas, triunfante, en el bolsillo. ¡Tiembla, Loriga! Al día siguiente vuelves a tu ruta cotidiana, pero una sonrisa te corretea por la boca, intentando salir al exterior para que todos la vean. ¡Llevas una libreta, nada se te escapará!

Cuando vuelves a casa, vas mirando a todos con enfado. ¡No ha ocurrido nada, no se te ha ocurrido nada! ¿Por qué, si tú estabas preparado? ¿Será por culpa de la libreta? No debiste ser tan tacaño con el primer alojamiento que ibas a dar a tus ideas, seguro que si hubieras ido a la papelería y hubieras comprado una libreta mejor, un poquito más elegante, con sus tapas duras, su alambre brillante, ahora no estarías en esta situación de humillación interna. Las ideas han debido sentirse despreciadas al pensar que las ibas a introducir en una libreta de 60 céntimos de euro. Y razón no les falta, que la primera impresión es muy importante, porque... ¡Ya se te ha vuelto a ir la olla! ¿Acaso las ideas piensan? ¡Eres tú el que piensa las ideas! Convéncete, las ideas son un producto, no un ente, debes seguir trabajando hasta capturar alguna y luego, como hacen los ilusionistas en el circo, cuando tiran de un pañuelo de color, seguir sacando y sacando, hasta llenar el cesto, hasta llenar la hoja. Si, esa debe ser la forma. Sentarse, mirar a la pared sin ver la pared, escribir. Escribir en un papel. Escribir en el ordenador. Enfrentarse a la pantalla en blanco...


- No me vas a creer, el otro día me encontré con algo de lo más extraño...
- Siempre te estás encontrando de todo, pareces una urraca. ¿Qué ha sido esta vez?
- ¡Una idea!
- A ver, no he entendido bien. ¿Qué te encontraste una idea o que tuviste una idea? Porque no sé cuál de las dos cosas me parece más imposible en ti.
- ¡Mira el chico, si es casi gracioso! Yo, aunque te cueste creerlo (claro, que a ti no te sucede) de vez en cuando tengo ideas. Pero lo del jueves pasado fue alucinante, y totalmente diferente, ¡me encontré una idea! Iba a coger el metro para venir a trabajar, como siempre, medio dormido, como siempre, y mientras esperaba me senté en uno de los bancos y... ¡allí estaba! Era una idea con aspecto de haberse perdido, estaba acurrucada en la esquina que forma el banco con la pared. Con disimulo, y sin estar seguro de lo que veía, me agaché, la cogí, me la metí en el bolsillo y...
- Para la noria, que me mareo. ¿No solo dices que viste una idea, sino que además la cogiste? ¿No te habrás confundido de medicación estos últimos días? ¿Cómo se puede “ver” una idea? ¿Cómo se puede “coger” una idea? ¡Ah, claro! Te refieres a que viste algún papel con algo escrito y, dado tu natural impulso cotilla, no te pudiste resistir a cogerlo y leerlo, encontrándote con el plano del tesoro de Moctezuma, o algo así...
- Que ya sé que es muy difícil de creer, pero incluso para tu pobre neurona esto debería llegar a ser asimilable. Realmente VÍ la idea, y realmente la COGÍ, como el que se encuentra un papel, sí, pero no era un papel, era... una idea. Y estaba allí, quietecita, intentando no ser arrastrada por las corrientes de aire del metro... Para mí fue como ver un cachorro de un perro o de un gato, aterido, solo que sin forma animal, realmente sin ninguna forma definida, pero yo lo sabía, era evidente, era... una idea.


Seguro que parecerá mentira, pero hace tres días que me he perdido, y todavía no sé dónde estoy. Recuerdo que estaba dentro de una cabeza, la cabeza de alguien que intentaba alimentarme, hacerme crecer, cuando un empujón, o un frenazo, o algo así, debió de zarandear a mi “portador”, y yo salí despedida, y fui a parar al suelo. Desde allí, literalmente a patadas, en una de las paradas, a la vez que salía el tropel de gente, acabé fuera del vagón del metro en el que estábamos, y quedé arrinconada junto a una pared, casi sin resuello y pálida del susto, y entonces alguien me cogió, realmente me atrapó, y me encerró en este sitio oscuro y desconocido, y nadie ha vuelto a ocuparse de mí, y...
 
Madrid, enero de 2012

jueves, 19 de enero de 2012

Mirar para no ver

Era algo tarde, lo justo para que los comercios hubieran cerrado. Bajaba por una calle cercana a mi casa, y los vi. Eran una pareja, hombre y mujer, no muy mayores. En otra ocasión, en otra calle, en otra situación, nadie habría reparado en ellos: aspecto normal, personas de piel algo oscura vestidas con ropas normales. Pero cuando los vi estaban sacando comida del cubo de basura de un supermercado. Esa comida que los supermercados tiran porque va a caducar en breve, y no la vamos a querer comprar. A unos quince o veinte metros de distancia nos miramos; ellos siguieron con su trabajo, yo seguí con mi camino, que a cada paso me acercaba a ellos. Cuando llegué a su altura, lo estrecho de la acera hizo que pasara casi rozándoles. Ellos, dedicados a su tarea de obtener comida, fingieron no verme. Yo, al pasar a su lado, miré hacia adelante, como si no hubiera nadie junto a mí. En el momento de cruzarnos, ellos con la mirada hacia abajo, yo mirando al frente, no sé qué sentí con más fuerza, si mi vergüenza o la suya. ¿O quizá la contraposición de mi vergüenza y su dignidad?

Madrid, 19-1-2012