lunes, 13 de febrero de 2012

En la biblioteca

Cuando le vi entrar en el hall de la biblioteca me llamó la atención, con sus gafas y su abrigo de paño oscuro. A otro vigilante ese tipo le podría haber pasado desapercibido, pero yo ya tengo experiencia de sobra en esta clase de personajes. Sus ropas eran normales, tenía el pelo arreglado, estaba afeitado, pero no, a mí no me la pegaba. Ya lleva uno muchos años en la profesión. Se paseó por los pasillos de la biblioteca mirando las estanterías, y aparentando una falsa normalidad. En la sección de narrativa cogió un libro de Isabel Allende, lo que casi me hace desistir, renunciando a mi olfato. Pero en el mostrador preguntó si había entrado algo nuevo de Moccia, y en el ordenador hizo una búsqueda sobre Rothfuss y sobre Pancol. Quizá lo hizo para disimular, pero ante mis ojos consiguió solamente delatarse con más claridad. Además, de vez en cuando volvía la cabeza hacia atrás, lo que aumentó mis sospechas, me hizo retomar mi idea inicial y estar aún más atento. Continué siguiéndolo discretamente, como pocos vigilantes sabemos hacerlo. Poco a poco, su deambular aparentemente errático le llevó a donde yo me imaginaba, a donde yo ya le esperaba. Con cierto nerviosismo, entró en la sección de poesía. No esperé más. Inmediatamente bloqueé las salidas y avisé al grupo especial de policía. A mí no se me escapa ni uno.

Madrid, febrero de 2.012