martes, 12 de octubre de 2010

Cierra los ojos

- ¡Cierra los ojos!
- ¿Para qué quieres que los cierre? ¿Me vas a hacer un regalo? ¿Me vas a dar un beso?
- Ya te gustaría, bobo. Cierra los ojos y cállate, para variar. Te voy a enseñar algo.
- ¿Cómo me puedes enseñar algo si tengo los ojos cerrados?
- ¡Qué pesado eres! Si no quieres, no lo hagas...

El Retiro en otoño tiene una ventaja sobre la primavera. El clima puede ser igual de agradable, pero todo parece ya más tranquilo, como si la naturaleza cautiva que allí habita empezara ya a hacer silenciosamente sus maletas, en previsión del invierno que no tardará en llegar. Clara y Daniel, 24 y 27 años, pasaban juntos la tarde en una de las muchas praderas de césped, cerca de la zona donde hasta hace poco dejaban tocar los tambores. Daniel accedió y cerró los ojos, dejándose llevar por la petición de Clara. Para Daniel, cualquier petición de Clara era más que una orden, aunque ella no lo supiera, o pareciera no ser consciente de ello.

- Ya los he cerrado. ¿Y ahora qué?
- ¿Qué ves ahora?
- ¡Qué voy a ver! ¡Nada! ¡Alguien me ha pedido que cierre los ojos! ¿Lo recuerdas?
- ¡Qué tonto eres! Hay muchas formas de ver, no solo a través de los ojos abiertos. Intento saber si eres capaz de ir un poco más allá de lo que estás acostumbrado, aunque empiezo a dudarlo. ¿Qué oyes? No respondas de inmediato, piensa un poquito, si es que sabes.
- Ja, qué graciosa. Oigo... ruido, voces... Es fácil.
- Vale, estás en el nivel uno. Vamos a ver si pasamos de pantalla. Imagina una caja llena de objetos. Al principio solo verás la mezcla, la confusión. Poco a poco puedes ir viendo los objetos uno a uno. Sus formas, sus tamaños, sus texturas. Podrías ir sacando uno a uno e identificarlos, ¿no? Vuelve a pensar: ¿Qué oyes?
- Vale, creo que lo entiendo. Déjame pensar... Oigo la voz de una niña... Oigo un perro... Quizá estén jugando juntos, son sonidos que se alternan... Oigo el sonido de alguien corriendo sobre la arena... Oigo el golpe que se da a una pelota... ¡Nunca lo hubiera pensado, ser capaz de ver con los oídos...!
- ¡Vaya sorpresa! Y tú dices que eres mi amigo... Poco se te ha pegado... Bueno, creo que has pasado de pantalla, aunque te falta mucho entrenamiento. Seguiremos otro día, creo que se va haciendo tarde.
- ¿Quieres que nos vayamos?
- Si, espera que coja mi bastón, y ayúdame a levantarme.
- Si quieres, puedo ser tu perro guía...
- ¡Pero qué tonto eres! Menudo guía serías, nos perderíamos cada cinco minutos...
- Eso estaría muy bien...
- Bobo, me tomas el pelo... todavía no sé por qué sigues siendo mi amigo...
- Porque no tengo más remedio, que si por mí fuera... Quieta, quieta, no me pegues... No te enfades mujer, ya me lo has dicho otras veces y no insistiré, no quiero acabar con tu bastón incrustado en mi cogote... Pero es que me lo has puesto muy fácil...

Fue cayendo la tarde. Clara y Daniel siguieron caminando en silencio, envueltos en el abanico de sonidos del Retiro. Daniel no vio la suave sonrisa que Clara dibujó por un momento en su cara.

Madrid, septiembre de 2010.

No hay comentarios: